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viernes, abril 26, 2024
Columnas

Del ocaso de la Comisión del Papaloapan

La piedra en el zapato.

Veracruz.- El diecisiete de diciembre de mil novecientos setenta y ocho, salieron del aeropuerto de Ciudad Alemán dos helicópteros con destino a la Fábrica de Papel Tuxtepec.

En uno de ellos iba el Ing. Guillermo Hernández Castro, vocal secretario de la Comisión del Papaloapan, acompañado del Ing. Pedro David Puente Zúñiga, del FIDHULE. Piloto, Jesús Antonio Acosta Rivas.

En el otro iban el Cap. P. A. Próspero Humberto Nava Tapia, y cuatro pasajeros, entre estos tres integrantes del Comité de Reacomodo de la Presa Cerro de Oro.

Ya en la Papelera, subió el Ing. Jorge L. Tamayo, vocal ejecutivo de la misma Comisión, y ambas aeronaves salieron al Poblado de La Laguna en Uxpanapa, donde posteriormente celebraron algunas reuniones con reacomodados de la Presa Cerro de Oro y personal administrativo.

En ellas participaron los entonces gobernadores de Veracruz y de Oaxaca, Lic. Rafael Hernández Ochoa y General (Retirado) Eliseo Jiménez Ruiz, respectivamente. Pasadas las cinco de la tarde, el tiempo se empezó a cerrar, por lo que ambos mandatarios estatales decidieron salir por tierra.

En contra de los consejos del Lic. Hernández Ochoa, el Ing. Tamayo y sus acompañantes abordaron los helicópteros y casi a las dieciocho horas salieron en medio de una densa niebla.

Uno de los pilotos, el Cap, P. A. Humberto Nava Tapia, al ver que la niebla era impenetrable, conocedor de que en esa dirección no le pegaría a ningún obstáculo, tomo el rumbo de la costa aterrizando a los pocos minutos en la pista de Lealtad de Muñoz.

Ahí se encargó la aeronave, y los pasajeros fueron por vía terrestre a Ciudad Alemán. El otro piloto, Antonio Acosta Rivas, bajó en un potrero de Arroyo Dehesa, municipio de Playa Vicente, de donde despegó a los pocos minutos después de un agrio diálogo con el Ing. Tamayo.

Inmediatamente, según testigos, se encandiló con la lumbre de un pozo petrolero denominado “Badajo Uno” y se precipitó a tierra a más de ciento cuarenta kilómetros por hora, chocando contra una loma y cayendo a la  corriente fluvial denominada Arroyo Dehesa.

Murieron instantáneamente tres de sus ocupantes: el aviador; el Ing. Pedro David Puente Zúñiga, de FIDHULE, y el ing. Tamayo. El Ing. Hernández Castro alcanzó a salir del destrozado aparato cuyo motor seguía funcionando, y falleció a veinte metros de los restos del mismo.

Al día siguiente, dieciocho, vinieron Manuel Lucero, representante en México de la fábrica de la turbina Allison; Jim Tripp, representante en México de Bell Helicopter Co; personal de la Armada y el Cap. P. A. Pérez Zentella, entonces jefe de Inspección Aeronáutica.

Después del peritaje, todos ellos corroboraron que la aeronave siniestrada entró volando a estrellarse con la loma. Así inició el ocaso de la Comisión del Papaloapan.

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