Árbitro vendido: Juan María Naveja
Juan María Naveja
López Obrador continúa con su maquinaria contra las instituciones autónomas y los que llama sus adversarios. Sin más prueba que su decir, a veces bastante pedestre, descalifica y ofende. El turno es la Auditoría Superior de la Federación.
La reacción del auditor ni merece análisis, en una empresa que se respete ya estaría despedido, sometido a una revisión pormenorizada de los resultados y con la posibilidad de que se le fincaran responsabilidades. Punto. ¿Se imagina la caída de las acciones de una empresa a causa de un informe preliminar incierto? Pero está en el Sector Público y, como se sabe se juega con otras reglas.
Hagamos un símil entre lo que pasa en el Estado Mexicano y el Futbol.
Los entrenadores más avezados como el alemán Helmut Shoen, el inglés Alex Ferguson, el español Luis Aragonés o el mexicano Nacho Trelles, solían decirle a sus equipos que para ganar no había pretextos, si así lo exigían las circunstancias tendrían que ganarle a 14, no a once, obvio los árbitros incluídos.
Si el árbitro les regala un penal y lo hacen gol, nosotros hacemos dos, solían decir.
Sí, ya sabemos, si el Estado Mexicano fuera una liga fubolera los partidos tendrían resultados por anticipado.
En el futbol, dicen los que saben, son 90 minutos de circunstancias, como en las cámaras, se sabe de jugadores que arreglan su cambio de equipo para ganar más, pero también los hay que se venden, cometen una falta innecesaria se enferman, siguiendo con el legislativo, los votos cuestan.
La Comisión Disciplinaria, es una especie de Fiscalía General de la República, dependiendo del caso aplica sanciones, suspende, pero también perdona por una especie de criterios de oportunidad, casi siempre al gusto de quienes tienen el control de la liga.
A diferencia del balompié, hay dos comisiones de arbitraje, pero actúan más o menos igual. La Suprema Corte de Justicia, cuyo presidente no oculta los colores de la camiseta que trae debajo del uniforme, a veces es imparcial, pero no oculta sus afectos. Muy diferente el otro colegio de árbitros, o sea el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, todas sus decisiones permiten que gane el equipo del presidente.
¿Y el Fair Play? Eso es cosa de los románticos, de los puristas que no entienden que esto es “cosa de hombres”.
Los periodistas ya revelaron los acuerdos tras bambalinas, algunos son insistentes, pero sus voces son apagadas por el coro al servicio del equipo mayoritario que no escatima dinero ni recursos.
¿Y la fanaticada? Está dividida, un amplio sector del estadio corea las jugadas diseñadas en Palacio Nacional y la otra parte está esperando la revancha en el próximo torneo, que se jugará el 6 de junio, también están los indecisos que antes le iban al equipo dominante y ahora están agazapados a la espera de la próxima cita con las urnas.
Los dos equipos ya asoman sus mejores armas. El de López Obrador da la impresión de que todo lo tiene bajo control; sus adversarios están tratando de hacer contrataciones, pero en el mercado hay pocos jugadores de primer nivel, los novatos no acaban de dar el estirón y el cuerpo técnico no encuentra los argumentos para convencer al vestidor de que si quieren ganar tendrán que imponerse a los catorce.
En el graderío se deja escuchar la frase de resignación: ÁRBITRO VENDIDO.