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sábado, mayo 4, 2024
Nacional

AMLO el alacrán

Es su naturaleza: falso, tramposo, hipócrita y cínico, pero lo más grave para México es su afán de poder, ese mesianismo que lo hace sentirse como alguien histórico, un líder fuera de serie. Esto con la certeza que debe proteger a su persona y familiares de cualquier investigación futura. Que su corcholata gane en junio 2024 no es revalidar una propuesta de gobierno. Eso es importante, claro, pero no lo central. La victoria es un imperativo para evitar incluso acabar en la cárcel, sea en México o Estados Unidos.

Hijo del priato más tramposo, se afilió al partido cuando Echeverría era presidente, aprendió en su juventud las mañas para que las urnas otorguen la victoria. La porquería electoral y poselectoral es el ámbito en que está como pez en el agua.

Pero además su personalidad está excepcionalmente dotada para lograr su objetivo de que Morena sea el ganador el año entrante: carente de escrúpulos, decencia y un mínimo decoro. No le importa aplastar a sus rivales con acusaciones falsas, tratar de anular instituciones con amenazas, ignorar las leyes y hasta burlarse de las mismas.

Tras casi cinco años, muchos mexicanos al parecer siguen pensando que Andrés Manuel López Obrador mostrará cierta honorabilidad, que recordará ese momento solemne en que juró cumplir y hacer cumplir la Constitución y sus leyes. En un ámbito en que la falsedad y el cinismo se encuentran con facilidad, la política mexicana, algunos no entienden que entre toda la fauna deleznable que puede habitar esa selva, el inquilino de Palacio Nacional es un extremo de esa hediondez. Esperaron que la Presidencia transformaría al porro rijoso, cuando ha sido este el que ha degradado al gobierno y a una sociedad.

Hoy millones se dicen sorprendidos y arrepentidos al haber votado por su persona. Todas las señales estaban ahí. Más que engañados, se autoengañaron, diciéndose que lo que ofrecía podía ser real, que nadie podía ser más inepto o corrupto. Que quien había tomado las calles y plazas con violencia sería el adalid del civilismo político, que la persona que nunca aceptó una derrota en buena lid, sino que siempre chilló fraude y reclamaba con toda la violencia a su alcance, se comportaría como el demócrata que nunca ha sido apenas se ciñera la banda tricolor.

Un violento que ahora tiene todo el poder que otorga la Presidencia con un Congreso cuya mayoría morenista (con partidos satélites agregados) nunca duda en ponerse de tapete para que los pise el Licenciado. Quien ahora puede pedir información sobre sus rivales y no duda en ofrecerla en sus mañaneras. El que desde el pináculo del poder político se presenta, un papel que ha jugado por décadas, como una pobre víctima.

Desde hace semanas, particularmente con el surgimiento de Xóchitl Gálvez como una posible abanderada opositora, se ha iniciado un choque desigual y brutal que no hará sino recrudecerse a medida que pasen los meses, y que quizá continuará después de la elección si pierde Morena. En 2006 mostró todo su resentimiento en las calles cuando contaba con un mínimo de poder; en 2024 no dudará en convertirse en represor de la voluntad popular alegando con todo el cinismo que esta ha sido burlada, evidentemente alegando fraude, con todo el aparato del Estado a sus órdenes.

No hay forma de llamarse a engaño, aunque sí, otra vez, de autoengañarse. Está en su naturaleza. Como el alacrán, AMLO ataca, pica y envenena aunque no haga falta, pero con mayor saña si se siente amenazado.

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