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miércoles, abril 24, 2024
ColumnasVeracruz

Carpe Diem

Carpe Diem

Manolo Victorio

Dos relatos

  1. Niño salvado, niños enfermos.

La tragedia de los hermanitos que comieron pan envenenado en San Pedro Soteapan, no fue extrema; el pequeño Jacobo fue salvado por los médicos del Hospital de Alta Especialidad de Veracruz, después de un traslado aéreo de emergencia.

El doctor Roberto Ramos Alor, titular de los Servicios de Salud en el Estado subió a sus redes sociales el regreso del pequeño de siete años y su madre, Hermila, a su pueblo natal, ubicado en la sierra de Soteapan, en el sur veracruzano.

Adriana, la hermana de Jacob, de 5 años, no pudo sobrevivir, murió en el hospital Valentín Gómez Farías, en Coatzacoalcos.

Cuando el pequeño Jacobo llegó al aeropuerto de Veracruz, el plan era transportarlo en un helicóptero hasta el HAEV.

¡Oh sorpresa! El nosocomio más importante en la región, no tiene helipuerto.

La plataforma metálica que se construyó en el techo del hospital regional, como se le conoce, fue vendida como fierro viejo.

Quizá la administradora del HAEV Claudia Isabel Aguilar Arauz sepa algo de esta tragedia paralela que emergió con el traslado del pequeño Jacobo, quien finalmente fue transportado en un avión del gobierno estatal.

Los padres de unos 85 niños enfermos de cáncer, quienes tienen ya una semana plantados frente a la Torre Pediátrica y el Hospital de Alta Especialidad de Veracruz, en espera que alguien les diga cuando llegarán los medicamentos oncológicos, siguen a la deriva, nadie los recibe, ningún funcionario baja a encararlos para explicarles la situación en acto mínimamente humanitario.

Los funcionarios patean el bote, prefieren espiar a los trabajadores con una red de cámaras de video que dejan al “Gran Hermano” como una historia de kínder ante la vigilancia milimétrica que se hace del personal del hospital.

La raja positiva de esta historia es la nueva veta publicitada por el doctor Alor, quien bien pudiera ser el nuevo Dick Tracy de la medicina, o el Indiana Jones tropicalizado, con sombrero de cuatro pedradas posado en a calva y una bata inmaculada, trabajando como héroe infantil, en pro de la salud de la niñez veracruzana.

No se puede salvar a todas las niñas, a todos los niños enfermos, pero el doctor Alor sostiene la tesis que una vida salvada, merece todos los esfuerzos, verbi gratia el niño que devuelve al mar, una a una, las estrellas de mar varadas en la arena de la playa, desoyeno al adulto quien le dice que es una misión imposible, bajo la premisa inocente pero cierta que una sola estrella devuelta al mar, vale el esfuerzo.

  1. Periodistas en peligro de extinción.

Los periodistas, académicos, empíricos y costumbristas por la vena genética, adaptación arquetípica de la tradición oral de nuestros pueblos, somos rara avis. Una especie única de sobrevivientes de la desgracia, movidos por el único afán de hacer visible lo invisible.

Somos voceros de quienes no tienen voz, de oprimidos, gobernantes y gobernados, generales y degenerados, creyentes o ateos, criminales y pacifistas. No discriminamos a nadie; excepto a nosotros mismos, en la cresta de una paradoja que amenaza con extinguirnos pero que nos mantiene de pie, andando.

Aprendices de todo y oficiales de nada. Así somos los reporteros. Carniceros de la especie propia, caníbales, disociados cuando se trata de mejoramiento del gremio, incapaces de abanderar nuestras causas opresoras, pero adalides de la justicia ajena, candiles de la calle y oscuridad en casa.

Los médicos se cubren entre ellos, jamás hablan mal de un colega. 

Si se quiere saber la vida pública, privada u oculta de un periodista, de una reportera, sólo basta con formularle la pregunta a un compañero de oficio para recibir una historia cronicada hasta la exageración.

La Comisión Estatal para la Atención y Protección de los Periodistas (CEAPP) y la Facultad de Ciencias Administrativas y Sociales de la Universidad Veracruzana (FCAS) dieron a conocer este martes los resultados del Diagnóstico sobre las Condiciones de la Libertad de Expresión en Veracruz 2021, levantado por la UV en las seis regiones en las que se divide el estado de Veracruz.

Que título más redundante, incomprensible, indigerible para quienes salen todos los días de sus casas cámara en ristre y teléfono celular como dos únicas armas para blandirlas ante los poderes institucionales o fácticos que en lo cotidiano quieren borrar al reportero, a la reportera, de la faz de la tierra.

A vuelo de pájaro escaneamos este trabajo académico. 

6 de cada diez periodistas, reporteros de calle, son hombres.

Los periodistas del territorio veracruzano cuyo ingreso mensual oscila entre mil 600 a 3 mil 200 se localizan, trabajan, se mueven predominantemente en las regiones Centro y Norte del territorio veracruzano.

Un 69% son hombres por apenas un 30% de mujeres, laboran principalmente en medios digitales y semanarios, con un rol de reportero y una formación académica en un 51% de licenciatura en área de la comunicación y en un 51% de licenciatura en área de la comunicación y el derecho.

Estamos destinados a morir en la inanición; sin embargo, resistimos día con día.

Hacedores de textos, articuladores de la palabra, los periodistas ven los estudios e investigaciones universitarias sobre su quehacer como quien ve pasar la corriente de un río.

Sin embargo, en este pesimismo activo, es momento de confiar en el trabajo de la Comisión Estatal para la Atención y Protección de los Periodistas (CEAPP) dirigida por Silverio Quevedo Elox.

La esperanza es lo último que se pierde, dicen los filósofos que interpretan lo indescifrable de la vida.

Y en estos laberintos, el periodista se mueve como pez en mar abierto, sostenido sólo por el hambre, la esperanza y la dignidad.

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