El presidente y el 7 de junio
Digo, no es muy de demócratas bloquear Reforma por un fraude inexistente, como aquel contra el que que clamó en 2006
Publicó Jorge Zepeda Patterson una columna con un no sé qué de paradójico. Bajo el título “AMLO, el demócrata camuflado”, intenta convencernos de que nuestro presidente, contra toda apariencia, es en realidad un demócrata a cartas cabales, algo así como un Olof Palme malhumorado que finge que va a reventar las instituciones democráticas para, al final, protegerlas con un cariño y una institucionalidad nunca vistos. La paradoja radica en que la columna tiene justamente el efecto contrario: nada más acabar de leerla, tienes la certeza de que si se ve autoritario, suena autoritario y huele autoritario, bueno, pues entonces es un pato, y de que hay además una trayectoria larga y consistente que lo asegura.
Digo, no es muy de demócratas bloquear Reforma por un fraude inexistente, como aquel contra el que que clamó en 2006. (A propósito, ese bloqueo tampoco fue exactamente pacífico: violentó a ciudadanos e instituciones para hacerse de un poder que no, no le dieron las urnas). Aunque en 2012 no bloqueó calles, porque la diferencia en favor de Peña fue contundente, tampoco reconoció la elección como legítima. Lo mismo: no es muy de demócrata, me parece… Pero es que tampoco es de demócratas amenazar al INE y al Tribunal cuando hacen valer la ley y descabalgan a Salgado Macedonio, ni usar a las cámaras, puestas a tus pies, con el mismo fin.
Ni fustigar a los medios desde el púlpito, día con día. Ni acusar de golpistas a quienes se te oponen. Ni desaparecer los órganos autónomos para que tu gabinete absorba sus funciones, por mucho que en el PRIAN bla bla bla. Ni usar a la FGR para recuperar la delantera en Nuevo León, como claramente hace, al margen de lo dudosos que resulten los candidatos de Movimiento Ciudadano y el matrimonio PRI-PRD. Ni, dicho sea de paso, tratar de colarte en la boleta, como intentó hace unos meses.
Sí, la columna invita a hacer una recapitulación aunque sea muy al vapor, y eso la hace particularmente oportuna. Porque, recordemos, viene una elección que al presidente y su entourage empieza a ponérsele complicada. No que se vea venir una derrota tipo Waterloo, pero lo que hace unas semanas parecía un desfile militar, una relajada y festiva marcha de la victoria (seguro que con Eugenia León y toda la cosa), pinta muy distinto: la 4T tiene varios estados perdidos, los de siempre, y algunos que parecían tener en el bolsillo ya se les complicaron, porque, inexplicablemente, ni los sonorenses caen subyugados ante el magnetismo de Durazo, ni los regiomontanos notaron una gran inteligencia en la charla de Clara Luz con el líder de NXIVM, ni a los campechanos les convencen los bailongos de Layda Sansores.
¿Qué hace el presidente cuando las urnas le voltean la cara, desde siempre? Ser un pato. Vamos a tener un 7 de junio bastante convulso, me parece.
POR JULIO PATÁN
JULIOPATAN0909@GMAIL.COM
@JULIOPATAN09